Arian (“ Cuchilla De Plata”)
(VII)
Algo de música.
“ Las estúpidas ramas hacían pequeñas heridas en su rostro a medida que avanzaba.
<Aquel cerdo nunca llegaría a saber desde dónde fue asesinado.>
Debía moverse rápido pero sin delatar su posición. Olía el metálico olor de la sangre incluso desde los árboles. La primera sangre del traidor había despertado su frenesí, desatado su adrenalina. No podía fallar, y el mensaje debía ser claro; y tras la flecha clavada en el brazo de aquel energúmeno, << ¿Qué coño podría salir mal? >>
Cuán gracioso le parecía al cazado ser esta vez el lobo.
Los gritos de uno de sus antiguos compañeros siendo perseguido por “él” provocaban un ciclo génesis de recuerdos y emociones agridulces, sutilmente mezcladas con la adictiva sensación de frescor que inundaba el cuerpo en aquellas situaciones de riesgo.
La espada desenfundada parecía tener ganas de sentirse útil. De hacer aquello para lo que estaba forjada. “ Yo te ayudaré en tu pesada tarea … álzame, sólo juntos lo conseguiremos…”
Mientras aquellos revoloteos de pájaro sobrevolaban su mente, sintió como todo ocurría más despacio … así hizo caso al acero; así voló como los aleteos en su cabeza, describiendo un salto digno del más hambriento depredador.
Así la carmesí fluyó sobre la alegre arboleda, y finalmente el acero halló el final feliz de aquel frenético cuento de hadas, de aquella fábula.
Abrió los ojos, algo confundido. El rostro del traidor no presenciaba, pese a haber sido cazado por el arma, el aspecto de sorpresa por descubrir al acechador. Aquel pobre demonio había asimilado que ya estaba muerto mucho antes de que Arian, “Plata” , se abalanzara sobre él.
Pero el mensaje no había llegado al punto final todavía …
Una dirección, un número que resumía todo lo que significaba aquel macabro ritual.
“XIII”
La imagen adjunta resultante: un traidor hecho fiambre, cuyos ropajes habían sido desgarrados a cuchilla. Y así también con su pecho, en el que se podía leer “el número” rodeado por un círculo. La sangre había sido liberada, pero apenas era una milésima, una gota en una vasija, que pedía con ansias litros, cientos de gotas de venganza.
Ente estaría satisfecho con la labor de Arian. Al menos, aquel día.
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La fecha anterior, había caminado una larga distancia con sus compañeros, a los que consideraba, tras todo lo pasado, hermanos de sangre. Sílex (o como acostumbra él a escribir, Sylex) y el joven Novan, bautizado en lo que quedaba de la División como Hulla, el codiciado número XIV.
Aquella jornada era una búsqueda para la venganza. Sylex y Hulla localizaron a uno; Arian (su correspondiente pseudónimo; aunque recientemente, su único nombre) a otro.
Sus dos hermanos consiguieron cierta información, poco útil.
La reunión de los tres vengadores tras el recado, tuvo lugar en un lugar marcado del bosque al anochecer.
- No creo que sea conveniente que empecemos tan rápido, Arian.-la sosegada voz de Sylex lo convencía seriamente en tan sólo unas palabras en muchas ocasiones.- Si no os importa – miró al estrellado manto nocturno – creo que deberíamos recuperarnos del jodido ataque.
El ataque … la trampa. “Mierda”. Todo había sido tan rápido para el sheikán … Sintió un profundo pesar que pronto se convirtió en sueño, y recordó lo que por unos momentos había sido olvidado.
Correteaba por la calzada como si de un endemoniado se tratase. Sandalias de madera, uniforme de escuela. El pelo de color plata, largo para su joven niñez, volaba libre dibujando la forma del viento con la inercia de sus pasos, que hacían aquel curioso ruido hueco al pisar las piedras del camino. El sonido preferido de la tía abuela Florianne, que le aseguraba la vuelta segura al hogar; la apartada y segura finca de las afueras.
“¡Ven aquí, mi joven granuja!”. La frase preferida del jovenzuelo, que le hacía sentir el calor de una casa sin encender hoguera alguna.
“Hoy te oí gritar mientras dormías, pero paraste cuando iba a levantarme. ¿Pesadillas?”
El recuerdo parecía tener niebla de por medio. Tantísimos años habían pasado.
“No es nada, abuelita. ¡Esque casi nos atrapan en el bosque!”
“Pero, ¿de qué demonios hablas?” – seguido de risillas.
“ ¡Claro abuela, a mis compañeros y a mi! Tu nunca lo entenderías.” – Dijo con gran seguridad el crío.
“ Lo que tu digas, meu rei. Recuerda que hoy tienes entrenamiento con los aceros.”
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El recuerdo se borró decayendo poco a poco. Dio paso a otros que menos le gustaban.
Debía revivirlos.
- ¡Feliz cumpleaños …! – Saltó su nombre real … - Mira lo que te he comprado, ¡chavalín!
Desató un paquete bastante plano, pero aun le pesaba.
- Es la espada de tu padre. Fíjate. ¡Tiene las runas de tu apellido! – tío Irwin semejaba ansioso.- Venga, no me digas que no te enseñaron esto en casa.
Apenas sabía algo de aquellas cosas casi olvidadas. Consiguió leer. “VILLAE CARDUUS”
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Estaba tullido, le dolía todo. El maldito olor a quemado todavía asolaba sus fosas nasales, respiraba muy rápido. Todo aquello le sonaba mucho. Pero esta vez se iba sólo, pues tío Irwin y tía Florianne se lo habían ordenado con férrea voz.
Aunque confundido, el muchacho de 16 años pudo oler la sangre desde lejos. Todo aquello le venía de su padre ... o eso le habían dicho ... el poder de la carne, de los huesos: el olor de la sangre.
Pasó, como si de un catálogo se tratara, los recuerdos que tenía en mente, de sus escasas experiencias tras la forzada huída.
¡Ah! Allí estaba.
Los robles inundaban el bosque. Había tenido que sacrificar al caballo, pues se había roto una pata, y no conseguía caza. Procuró coger algo de carne y alejarse antes de que los carroñeros encontraran el cadáver u olieran la sangre.
Tras el humilde festín, procuró seguir un camino tras el robledal. A donde fuera, y como fuera.
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Otro más
“La transición apenas fue instantánea.” Una oportunidad se lanzó a él como una puta loba. Aquella agresiva villa buscaba venganza por unas brujas que asolaban el lugar. Pagaban a extranjeros para que les ayudaran. No parecían más que xenófobos que echaban la culpa a elfas oscuras exiliadas. Pero necesitaba aquello. Estar en un equipo, contra algo, la oportunidad de lucha la había perdido, pero su sed de sangre la pagaría con cualquier excusa.
Los cazadores de brujas sabían a lo que se arriesgaban. No podían atacar un santuario, no podían entrar sin más en sus cuevas – ciudad.
Pero si podían entrar en sus cuevas – refugio. Cazar a las supuestas locas, exiliadas o huidas (no importaba el porqué ni el qué) que resultaban un “riesgo” o un motivo de xenofobia.
Aún siendo pocas, saben que son peligrosas, y de promedio, la muerte acechaba en cada encuentro.
Seguía las órdenes del comandante. Las acorralaban cuando dormían (muchas, de día), e intentaban que la matanza fuera rápida y poco violenta, pero el acero y la brujería son como perros rabiosos sueltos.
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Los cazadores de brujas fueron pronto descubiertos por los grandes. Y muchos sufrieron el horror de estar en la piel de las “herejes” a las que cazaban.
Pero él no soportaba la carga. Tuvo suerte, pues desertó; tras muchas cabezas separadas de su amado cuerpo, tras tanta carmesí de jóvenes desatada, llevando parte del botín que consiguió hasta aquel entonces.
Trabajó en una gran ciudad llamada por los carteles direccionales “ Bienvenidos a Risco Norte”. Parecía tener una extraña predisposición al prefijo “Caza-“. Pronto se convirtió pues, en un cazarrecompensas, hecho famoso en las partes bajas de Risco Norte.
Hasta consiguió una habitación gratis en la posada, acompañada de las preciosas posaderas de la … posadera.
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… y una carta llegó, con un encargo.
“ Puedes aceptar o no aceptar, no te culparía si no lo hicieses. Pero creo que necesitas algo más que lo que estas viviendo ahí fuera, chico. Una compañía, una familia, un desafío. Una vida de verdad.
Espero que estas palabras te sean más favorables que la vida de los metales y el arrepentimiento. “
Fdo.: “Eco”.
En aquel momento le pareció de todo menos algo a tomarse en serio … una trampa de sus rivales, una encerrona … una locura.
Pero no nadie le había ofrecido sino dinero por unas cabezas; pero en esto no me pedían nada. Había estado sólo, rodeado de cientos de personas, pero sólo.
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“ Suena la campana de visita de una tienda “
- Buenos días señor. Ah … - un hombre con cicatriz en la cara, más bien viejo, y con aspecto de veterano, le atendió.- ¿Y bien?
No vaciló ni un momento.
- Acepto.
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- … somos A.N.T.R.H.A.X. Somos uno, somos lo que está entre las razones divinas, entre la justicia mundana y la sobrenatural.
Somos Alfa y Omega. El principio, y el fin. El Credo y nuestras leyes regirán vuestra nueva vida. Sois los nuevos integrantes. Acabando este ritual, accederéis a la Organización. Seréis hermanos de sangre.
Los allí presentes, en aquella cámara iluminada por antorchas, cogieron la daga posada a sus rodillas. La sangre debía ser liberada y abrazar un lazo fraternal con mis compañeros. Sylex estaba ahí, y fue el primero que me estrechó la mano, tras hacerse en ella el corte ritual.
Nada sería igual después de aquello…
(( … Yo soy Eco, soy I. A partir de ahora – señaló a mi compañero – te conocerán como Sílex. Portas el equilibrio entre la rabia y el control, número VI. Y a ti – me señala – te recordarán como Arian, la cuchilla de plata en la oscuridad: número VII.
Bienvenidos a la División XIII …))
Éramos trece, éramos pares, pero sobre todo, éramos uno. Servíamos a la Organización. Éramos “los de laXIII”.
Nuestro número correspondiente cicatrizó con fuego en nuestra nuca.
Sonaba muy serio al principio, pero para … Arian, significaba incluso la libertad. Los años pasaban, sus doce compañeros eran como hermanos. Había adrenalina, misiones, riesgo, descanso, doble vida.
Sylex y yo acabamos ayudando a Eco en la tienda. Todo era perfecto.
Y un día apareció un chaval ... y nos ayudó en la tienda. Lo ayudamos a entrenar, y pronto conocimos su historia. Eco no nos contó nada, nunca sospechamos que fuera …
***
- Eh, despierta. – el joven y sarcástico tono de Novan, “Hulla”. – Te toca el turno, zagal, que yo paso de aguantar el puto frío.
- Vale … joder Hulla. Podríaas ser menos brusco.
- Buenaas nochees. – se despidió a su manera y le dejó con la guardia.
Miró el manto estelar.
Sí, habían pasado muchas cosas …